Una
sola cosa aprendida de él le hubiera bastado para sentirse en paz
como padre. Una sola. Un padre tiene un crédito que no es infinito,
descrito por una curva convexa cuyos máximos se sitúan al principio
y al final de la vida del hijo. Sobrepasado ese límite, el hijo se
niega a captar más del padre, y está obligado a aprender la lección
por otros medios o a ignorarla para siempre. Pero él no tenía la
sensación de haber legado nada en absoluto a Gonzalo. La curva que
los relacionaba parecía una línea horizontal pegada al eje de las
equis. Nunca había tenido crédito
Pues nos gusta poner buenos ejemplos de cómo la ciencia y algunas de sus herramientas pueden ayudar a afinar una idea. Otra cosa es que uno esté de acuerdo con la forma de esta curva. Yo creo que hay dos tipos de influencia del padre en el hijo, una es aquella en la que el hijo es consciente de haberla adquirido y la otra, por definición imposible de calibrar, aquellas cosas que hemos heredado o aprendido sin saberlo. Siempre me ha gustado esta frase de Sándor Màrai sobre sus antepasados en sus memorias:
Tengo que hablar de los
muertos, así que debo bajar la voz. Algunos están completamente
muertos para mí; otros sobreviven en mis gestos, en la forma de mi
cráneo, en mi manera de fumar, de hacer el amor, de alimentarme:
como y bebo ciertas cosas por encargo de ellos. Son numerosos.
En su momento definí esta novela,
Un Papa sevillano, como una mezcla de
Gramática parda, de Hortelano y
Poderes terrenales de Burgess