El botánico puede que tenga interés en dos plantas más bien
insignificantes que crecen a lo largo de esta costa. Una es un arbusto espinoso
de flores blancas, de la misma familia que el bonetero y llamada Catha europea. Está emparentada muy de
cerca con la Catha edulis, en árabe kat, cultivada en Yemen y Albania debido
a su riqueza en cafeína. Se hace de ella una bebida deliciosa, a medias entre
el café y la manzanilla, pero, según me han dicho, con un ligero sabor a
estiércol de avestruz. Pensando que el precio del café en España es en la
actualidad de trece chelines la libra, uno se pregunta por qué ningún químico
emprendedor ha pensado en dar a este arbusto, actualmente inútil, alguna
utilidad. La segunda planta que debe ser reseñada es una especie enana y
leñosa, sin hojas, que crece sobre los acantilados de la costa y se llama
efedra. De ella se extrae la sustancia de uso medicinal llamada efedrina, y
además posee notable interés botánico. Sus órganos primitivos de floración
demuestran que pertenece a la familia, antes muy extensa pero hoy muy reducida,
de las gnetáceas, que forma el eslabón entre las que florecen y las
gimnospermas, en la cual se da una de las más sobresalientes extravagancias
vegetales, la welwitschia, del sudoeste de África
La Botánica no es mi fuerte y tampoco, para qué negarlo, mi pasión. La mayoría de la gente que lee 'Al sur de Granada' cada veinte páginas suelta el libro y dice para sí: cómo ha cambiado España. Y es verdad. Cuenta Gerald Brenan que recién instalado en Yegen, las mujeres del pueblo se sorprendieron mucho cuando lo vieron aparecer en la fuente buscando agua, porque esto era una tarea femenina. Las mujeres se molestaron y no le dejaron recoger agua, ellas mismas se la llevaron a su casa. Los tiempos han cambiado mucho, porque ahora, cada vez que subo a la azotea a tender la ropa, las mujeres, en vez de tender mi ropa ofendidas, disfrutan aconsejándome los mejores sitios para tender
La Botánica no es mi fuerte y tampoco, para qué negarlo, mi pasión. La mayoría de la gente que lee 'Al sur de Granada' cada veinte páginas suelta el libro y dice para sí: cómo ha cambiado España. Y es verdad. Cuenta Gerald Brenan que recién instalado en Yegen, las mujeres del pueblo se sorprendieron mucho cuando lo vieron aparecer en la fuente buscando agua, porque esto era una tarea femenina. Las mujeres se molestaron y no le dejaron recoger agua, ellas mismas se la llevaron a su casa. Los tiempos han cambiado mucho, porque ahora, cada vez que subo a la azotea a tender la ropa, las mujeres, en vez de tender mi ropa ofendidas, disfrutan aconsejándome los mejores sitios para tender